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ANIMALES ENJUICIADOS I

En estos últimos tiempos todos los medios de comunicación nos informan continuamente de sentencias que nos sorprenden, unas por “blanditas” y otras por todo lo contrario. Continuamente se promulgan leyes que poco a poco limitan nuestra libertad, o al menos las encontramos absurdas, malintencionadas o inadecuadas para el momento.

Pero no se crean que esto es nuevo. Hoy voy a contarles sentencias que tenían como protagonistas a animales, incluso a cosas inanimadas que eran detenidas, encarceladas y juzgadas con todas las formalidades, y si a ello daba lugar, eran públicamente ejecutadas como castigo a sus fechorías.

En Grecia una estatua cayó sobre un hombre y fue acusada de asesinato por lo que se le sentenció a ser arrojada al mar.

En Rusia, un príncipe fue asesinado y una campana sonó demasiado alegremente por lo que fue acusada de traición y se la exilió a Siberia.

Pero vamos a centrarnos en los animales porque el juzgar y condenar animales es una costumbre tan antigua como La Biblia. En el libro de Éxodo 21.28, se dice: “Si un buey cornea y mata a un hombre o a una mujer, aquél buey será apedreado”

Nos acercamos al año 1386 porque en este año ocurrió un suceso que recogió con todo detalle el escribiente local Guiot de Montfort, de la localidad de Falaces que tuvo como protagonista a una cerda acusada de infanticidio al matar a un niño, devorándole el rostro y los brazos. Por aquel entonces los cerdos paseaban libremente por las calles y estos hechos eran relativamente frecuentes cuando los niños pequeños quedaban sin vigilancia en las puertas de las casas.

El noble local ordenó celebrar un proceso judicial en el que el animal fue condenado a muerte. Y la sentencia se cumplió.

La cerda fue conducida al patíbulo disfrazada con ropas de persona y el verdugo le amputó el morro y las patas delanteras. Después fue colgada por los cuartos traseros hasta su muerte. El populacho celebró la ejecución con una magnífica barbacoa.

Lo más grotesco de este proceso fue el que se obligó a los propietarios de cerdos que los llevaran a la ejecución para presenciarla y que sirviera de escarmiento a sus congéneres.

Aquí en España, en Toledo, en el año 1572, otro cerdo devoró a otro niño y por supuesto también fue juzgado y ejecutado, pero además fue acusado de sacrilegio porque había comido carne un Viernes Santo.

No eran solo los cerdos los que tenían problemas con la Justicia. Según la obra de “El enjuiciamiento y la pena capital aplicados a los animales”, de Edwars Payson Evans, publicada en el año 1906, que le llevó cuarenta y cuatro años de investigación rebuscando por los archivos judiciales europeos, han pasado por la Justicia todo tipo de animales, abejas, perros, gatos, ratas, hasta lagartijas.

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